Fallo y microrrelatos ganadores del IV Certamen de microcuentos Vallecas Calle del Libro




Ganadora Accésit 16 años o menosAlba Aparicio Belinchón

Graffiti

Ella corre por las calles sin un rumbo fijo. La gente mira la pantalla del móvil como si su alrededor no existiera, pero los pasos que se escuchan tras ella dicen lo contrario. Su camino se corta y el dueño de los pasos hace su aparición, formando un río rojo por el suelo y una mancha carmesí en la pared. La gente levanta su vista de las pantallas, observando el hermoso Graffiti de la pared. El barrio nunca había estado tan hermoso.


Ganadora Resto de EspañaRakel Ugarriza Lacalle

Imprevistos
A medida que pasaban las horas se iba poniendo más nervioso. Nunca pensó que todo aquello fuera a durar tanto tiempo, en su imaginación siempre había resultado más sencillo. Al principio el barrio estaba en calma, pero ahora podía escuchar todo el revuelo que se había formado en la calle. Y eso no ayudaba demasiado. Además, se había quedado sin tabaco. Preguntó si alguno de los que estaban ahí fumaba: ninguno. Él se sabía capaz de sobrellevar el hambre que sentía hacía ya un buen rato, pero estaba seguro de que no podría aguantar sin fumar. Así que decidió terminar con semejante agonía. Les ordenó levantarse del suelo, los acompañó hasta la salida y, uno a uno, los dejó marchar.
Una vez solo sacó su mechero y encendió una de las colillas que había ido tirando al suelo a lo largo del día. Tras darle dos caladas, abrió la puerta, tiró el arma sobre la acera y abandonó el banco con las manos en alto.





Ganador Comunidad de Madrid: Alberto de Frutos Dávalos
¿Cómo podría?

Esta mañana he amonestado a tres fantasmas. El primero me pidió un cigarrillo en la boca del metro de mi barrio, el segundo me hizo un regate con una pelota imaginaria justo cuando estaba entrando en el trabajo y el tercero me cambió el azúcar por la sal en la cafetería.
A veces me pregunto si este pequeño sobresueldo –¿cuánto le voy a cobrar a un fantasma por estas travesuras?– compensa tantas fatigas, pero mi mujer me consiguió el puesto y ahora no puedo renunciar.
Se aparecen en los lugares más insospechados y, aburridos de su invisibilidad, incordian a los pocos que podemos verlos. Algunos son tan viejos como los sueños de los hombres, pero otros solo tuvieron ocasión de aprender a balbucear.
Cuando llego a casa, mi mujer me recrimina mi incompetencia.
–Tienes que ser más duro con ellos. Tienes que ser despiadado –me ordena, mientras acaricia una oveja rosa en el regazo.
Entonces recuerdo todo lo que lloré por ella, mi luto inagotable, las astillas de la soledad que todavía me hieren, y me digo: “¿Cómo podría?”.


2º clasificado Madrid: Silvia Asensio García

Tarde de setas

Juana ha pasado la tarde fuera cogiendo setas, aprovechando que los jueves él tiene partida en un bar del barrio. Trae consigo unos magníficos ejemplares. Desde antes del verano lo ha estado planeando todo. Se vuelve a poner las gafas de sol, no quiere que nadie la vea así. 
Sube a casa y las cocina como a él más le gustan. Tarda en venir, teme que llegue bebido como siempre y que no quiera cenar. 
Parece que ha habido suerte, abre la puerta a la primera y le grita desde el salón: ¡Tráeme la cena! Se la acerca con paso firme y con una leve sonrisa en los labios. Después se sienta a esperar tranquilamente mientras ojea un folleto de vacaciones.


3er clasificado Madrid: Olga Sánchez Sesa

Pequeñeces

Tras el desahucio supimos que Martín, arrojado a la calle, se sintió miserable, insignificante y visiblemente empequeñecido. Día tras día, el peso de la culpa, por haber perdido su trabajo y no atender los plazos de la hipoteca de su casa, se fue haciendo tan abrumador, que para las primeras nieves, el pobre hombre, no levantaba ya ni un palmo del suelo.
Ahora que la crisis ha terminado, vive en un bonito chalet suizo de madera. Un gran abeto y un cervatillo flanquean la entrada de su casa. Tiene trabajo, aunque para conseguirlo se haya visto obligado a asesinar al pájaro.
Asomado a su ventana, Martín, canta puntualmente las horas en el gran reloj de cuco de la juguetería del barrio.


4º clasificado Madrid: Juan de Dios Morán Maestre

Última mirada

Luisa sentada frente a la estufa, en la rebotica, agotaba el ultimo día de trabajo y, a la vez, el ultimo capítulo de una novela de moda. No le importaba quedarse un rato más con tal de terminar a solas y en silencio su lectura. La idea de que ese delicioso momento ocurriese en el autobús atestado de gente que regresa a casa con el alma aniquilada, le parecía insoportable.
Una rápida mirada fuera antes de correr el pestillo y pulsar el interruptor. Nada extraordinario ocurría. La calle se veía vacía a través del cristal del escaparate, levemente iluminada por el neón de la cruz verde. Este barrio está muriéndose, pensó antes de arrellanarse en la butaca. Se cubrió con una mantita de antelina y dejó la radio susurrando una música sin fin.
Esperaba sentirse satisfecha cuando llegara este momento y, tal vez por eso, comenzó a leer con lentitud. Pero algo se precipitó frenéticamente; el cristal estalló, frascos de cristal cayeron al suelo y exhalaron un aroma viciado; la luz se apagó y a gritos alguien la llamó. Sólo la dentadura postiza del escaparate se iluminaba de verde. Se apagaba. Se iluminaba. Se apagaba...


5º clasificado Madrid: Javier Jiménez Domínguez

Salario Mínimo Interprofesional

Los amigos del barrio no se creen que haya encontrado trabajo, me dicen que ya es mala suerte, solo uno de cada diez mil lo encuentra. Me han preguntado si no tenía seguro de empleo y les he dicho la verdad, que no. «Pues ahora te volverán las preocupaciones, tendrás que vivir por encima de tus posibilidades», que ya no me quedará para pagar los gastos de la Berlingo, ni los recibos de luz y agua, ni el alquiler; que apenas podré comprar comida y que me olvide de la ropa. Les dije que tan solo es temporal, mientras está de baja uno que voy a sustituir. Los muy cachondos me proponen que si consigo la dirección, ellos se encargan de que le den el alta de inmediato, ¡qué brutos! Pero es que lo estaba pasando bien, ajustado, suficiente para lo imprescindible y sin necesidad de que me ayudaran los abuelos. A ver cómo se lo toman ahora. Deseo que sea por pocos meses para que no me de tiempo a generar deudas que no pueda tapar cuando finalice el contrato. Aún no le he dicho nada a mi mujer, me da vergüenza, pero acabará por enterarse.



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